Eleanor Roosevelt, precursora de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

Eleanor Roosevelt no fue solo la mujer de Franklin D. Roosevelt, conocida por su papel de primera dama de EEUU entre el 1933 y el 1945. La faceta que nos interesa el día de hoy es la de activista, este articulo trata sobre el activismo en el sentido de los DDHH (Derechos Humanos). Presidenta del comité que redactó el borrador de la Declaración Universal de los Derechos Humanos para la ONU, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Pero, ¿cómo comenzó todo? Esto os vengo a contar hoy.

Eleanor, nació el 11 de octubre de 1884 en una familia rica, influyente. Aunque su infancia estuvo marcada por el fallecimiento de dos de sus seres más queridos; su madre y uno de sus dos hermanos, los dos a causa de la difteria, y más tarde perdería a su padre a causa de una fuerte depresión, paliada en parte por el alcoholismo. Ella misma experimentó una tendencia hacia la tristeza, durante toda su vida, que, según algunas biografías, superó gracias a su constante activismo enfocado en los derechos humanos y la paz.

Algo muy importante, para la formación de esas ideas en pro de la paz y los derechos humanos, fue también su estancia en la academia londinense Allenswood, en la que estuvo entre los 15 y los 18 años. De esta etapa fue determinante la influencia positiva que ejerció sobre ella su tutora, la educadora feminista Marie Souvestre, aquella mujer a la que le tuvo un gran aprecio durante toda su vida, le transformo en una mujer fuerte, independiente y defensora de las ideas de igualdad social, racial y de género.

Esa fuerza de carácter le permitió lidiar con un matrimonio complicado desde sus inicios y con el que nunca estuvo de acuerdo. Eleanor se casó con Franklin Delano Roosevelt. El matrimonio tuvo seis hijos (uno de los cuales falleció al poco de nacer) y un variado historial de infidelidades por las dos partes, aunque el matrimonio no le hizo feliz en lo personal, se convirtió en una asociación política de gran eficacia.

Eleanor se convirtió en una mujer muy activa en el partido demócrata (partido en el que su marido escaló posiciones) y en organizaciones feministas como la Liga de Sindicatos Femeninos y la Liga de Mujeres Votantes. Además, empezó a publicar columnas de opinión en varios medios de comunicación.

El papel de Eleanor creció exponencialmente cuando Franklin contrajo la polio en 1921. Aparte de cuidar a su marido, Eleanor le consiguió convencer para que no se retirara de la política y formó con él un dúo tan criticado como eficiente, supliéndole en intervenciones públicas, ruedas de prensa….

La fe que depositó en el futuro de su marido (impulsada por ella) se vio recompensada en 1929, cuando FDR fue elegido gobernador de Nueva York. Cuatro años después, en 1933, (en plena Gran Depresión), ganó las elecciones presidenciales de EEUU y se convirtió en el presidente del país.

Durante cuatro mandatos consecutivos, FDR se transformó en uno de los presidentes más importantes de la historia de los Estados Unidos. Inspirado por las ideas (que le explicaba su mujer) del economista británico John Maynard Keynes, lanzó un gran y famoso programa de ayudas sociales, que sacó a su país de la mayor crisis económica que había vivido hasta entonces

Además, junto con el primer ministro británico Winston Churchill y el líder soviético Iósif Stalin, diseñó el orden internacional posterior a la guerra en las conferencias de Teherán y Yalta. Algo tan importante, como poco reconocido. Aparte, durante el conflicto mundial, realizó varios viajes a los escenarios de la guerra. Por eso Eleanor se convirtió en un agente político de primera orden, hasta tal punto que llegó a cuestionar algunas de las decisiones de la Administración de su marido públicamente.

Cuando su marido falleció, Harry Truman (por aquel entonces presidente de los EEUU) nombró a Eleanor representante estadounidense en la recién creada ONU. Eleanor escribió en su autobiografía que sus compañeros la ningunearon hasta que, en 1947, la Asamblea General de la ONU decidió preparar una declaración de derechos humanos que unificase las alusiones a dichos derechos recogidos en su carta fundacional y la situación cambió, nombrándola presidenta de la Comisión de Derechos Humanos, bajo su mandato, estaban los 18 miembros de la Comisión, y ocho personas del comité, que eran las que prepararon la redacción del texto. El papel de Eleanor Roosvelt y de otras mujeres que estaban también presentes en la Comisión fueron fundamentales. Aquí unos ejemplos:

La política india Hansa Mehta consiguió que cambiarán la primera frase del artículo uno, de «todos los hombres nacen libres e iguales» por «todos los seres humanos…»

Y la diplomática Dominicana Minerva Bernardino consiguió que «la igualdad de derechos entre hombres y mujeres» fuera el preámbulo del texto.

El texto definitivo, tras recoger las peticiones que habían formulado 50 de los 58 Estados que conformaban la ONU en ese momento, fue aprobado el 10 de diciembre de 1948 en la tercera AGNU (Asamblea General de las Naciones Unidas) que se reunió en París. El texto se aprobó con 48 votos a favor, ocho abstenciones (los países comunistas y Arabia Saudí) y dos países que no asistieron, que fueron Honduras y Yemen.

En su discurso de presentación del texto de la DUDH, dirigido a la Asamblea General, Eleanor Roosevelt, proclamó: «Nos encontramos en el umbral de un gran acontecimiento (…). Esta Declaración Universal de Derechos Humanos bien puede llegar a ser la Carta Magna de la Humanidad», para justo después añadir: «Tenemos mucho que hacer para lograr plenamente y asegurar los derechos enunciados en esta Declaración. Pero una vez aprobada, se habrá dado un gran un paso adelante».

Aquel día, en esa Asamblea General de las Naciones Unidas, se dijeron muchas frases célebres y significativas. Algunas de ellas fueron las del australiano Herbert V. Evatt: «Millones de personas recurrirán a este documento en busca de ayuda, guía e inspiración. Este es el primer paso de un proceso evolutivo». O la famosa pregunta de nuestra ya conocida Eleanor Roosvelt: «¿Dónde, después de todo, comienzan los Derechos Humanos? En lugares pequeños, cercanos a casa. Tan cercanos y tan pequeños que no pueden localizarse en ningún mapamundi: el entorno de cada persona, el barrio en el que vive, la escuela o universidad a la que asiste; la granja, la fábrica o la oficina en la que trabaja».

«Esos son los lugares en los que todo hombre, mujer y niño busca igual justicia, igual oportunidad, igual dignidad, sin discriminaciones. Si estos derechos no significan nada allí, no significan nada en ningún sitio. Sin una acción ciudadana concertada para hacer valer estos derechos cerca de casa, en vano buscamos el progreso a mayor escala».

Han pasado 75 años desde aquella asamblea, y aún hoy, las palabras que aquel día se pronunciaron siguen resonando en la mente de muchos jóvenes. ¡Como en la mía!

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